Un volcán para ascenso relajado, así es el Pacaya

Nuevamente tuve la oportunidad de subir al Volcán de Pacaya y como es sabido, ningún viaje, aventura o ascenso será igual al anterior, no importa cuántas veces hayas subido el mismo volcán o el camino que hayas transitado con anterioridad.

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(Foto: Vicky Dominguez)

A mi nueva incursión al Pacaya me fui sin Nidia, ya que hace más de un año me dijo: «Pasará un buen tiempo hasta que te vuelva a acompañar a un volcán». El contexto de esa sentencia me lo reservo. ¡Ah! y aparte que le surgió una invitación de último momento a un baby shower.

En esta ocasión el viaje se organizó en la oficina para que asistiera quien deseara hacerlo, fue una convocatoria abierta que se originó y dio frutos gracias al entusiasmo de Cristina, quien vio cristalizado su sueño de escalar su primer volcán.

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El día del ascenso

Después de básicamente hacer un tour por varios restaurantes de comida rápida (de hamburguesas y papas fritas) logramos completar el grupo y nos dirigimos hacia el volcán. En esta ocasión la idea era hacer el recorrido por la ruta más turística o más conocida. En la versión 2018 de nuestro viaje al mismo volcán fue por la otra ruta.

Así fue como lo hicimos, no sin antes extraviarnos un poco para encontrar el camino correcto, nada de qué preocuparse.

Después de las respectivas gestiones para pagar y hablar con el guía iniciamos el ascenso.

Precios en el Pacaya:

  • Servicio de guía local: Q200.00 por el grupo de 13 personas.
  • Ingreso al Parque Nacional Pacaya: Q20.00 por persona.

A quienes estaban cerca les comenté que no se desanimaran por la dificultad de los primeros 50 metros porque en realidad es desalentadora. Es como una pequeña prueba para saber si estás listo para continuar.

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Laguna de Calderas desde uno de los miradores. (Foto: Luis Valladares)

El camino lo disfrutamos con sus miradores y descansos. Lo que noté y le consulté al guía fue por un camino que estaba cerrado. Se trata del sendero principal, pero que estaba en mantenimiento y por eso es que transitamos por un camino que no conocía con anterioridad.

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(Foto: Vicky Domínquez)

La llegada al punto permitido

Al igual que unos niños scouts de Escuintla, yo estaba contento viendo un dron funcionando. Jose estaba haciendo unas grabaciones y después se tomó el tiempo de explicarle cómo se controla un dron a unos lobatos que se acercaron sin pena a curiosear. Los comprendo totalmente.

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Ya en la famosa Corona. (Foto: Cortesía)

Esta aventura de 2019 fue mucho más breve porque no se nos autorizó subir al cono mayor, algo que representó menos cansancio y por supuesto, menos tiempo de recorrido.

Hicimos el clásico tour del valle de lava petrificada, cocinar angelitos, el paso por Lava Store y de allí a enfrentarnos a la subida bastante inclinada para llegar de nuevo al mirador principal.

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El valle de lava petrificada visto desde arriba. (Foto: Luis Valladares)

Mientras nos dirigíamos en el camino hacia abajo nos encontramos a mi sobrinito Dominick y sus papás. Él iba contento y sin darse cuenta de quién le hablaba a lo lejos.

Estaba encantado viendo el camino y los árboles como para reconocerme al primer intento, cuando ya lo hizo fue un sentimiento muy bonito porque sonreía mientras le seguía hablando y nos acercábamos ambos grupos.

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(Foto: Hubert Aguilar)

Después de un breve saludo y ponernos al tanto de cómo iban, nos despedimos y ellos siguieron su camino a la cumbre y nosotros el nuestro, hacia la entrada.

La aventura terminó con un descenso, podría decir que bastante ligero, rápido y sin complicaciones.

Este grupo fue diferente, así como el ascenso en general, porque así es, cada viaje aunque sea al mismo destino tendrá mil variantes y posibilidades, así como el clima.

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(Foto: Luis Valladares)

Ahora el sueño de algunos amigos de la oficina es ir a otro volcán de mayor dificultad física, pero con un premio visual mayor. El mío es llevar a quienes todavía se resisten a subir a una cumbre y que admiren la belleza del paisaje.

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