Más o menos a los 9 años de edad me atacó la fiebre por las artes marciales. Mis padres me apoyaron (¿complacieron?) inscribiéndome en una escuela de kung-fu cercana a nuestro hogar. Mientras, Jessi y Vale (dos de mis hermanas) aceptaron la invitación de Flory a integrarse a un grupo scout, ¿pero qué era eso?

Pasado no sé cuánto tiempo, 5 meses quizá, terminaron convenciéndome a ir a una actividad, un sábado cualquiera. Ya mis dos hermanas y mi hermano estaban «activando» y solo yo hacía falta porque la menor de todos nosotros todavía no estaba en edad para empezar.

Esa actividad en Amatitlán fue determinante. Me quedé encantado. Octubre de 1994, si no estoy mal.
Alegre niñez en los scouts de Guatemala
Esa primera actividad al Parque Naciones Unidas y el paseo por el Teleférico marcaron mi vida para siempre. A partir de allí y durante mi vida como scout conocí a personas increíbles, lugares hermosos del país y sobre todo, aprendí a forjar mi carácter.

Nuestros padres nos apoyaron en cuanto las circunstancias lo permitieron. Desde proveernos el uniforme, el permiso y patrocinio para salidas largas como campamentos y no digamos en las excursiones de fin de año.

Sin olvidar, claro, la calma cuando regresábamos con raspones. Por todo eso y más, estaré eternamente agradecido por el resto de mi existencia. Entiendo los esfuerzos que hicieron.

Anéctodas y recuerdos hay tantos por mencionar, pero se pueden sintetizar al solo recordar las alegres canciones entonadas cuando la Manada de Lobatos se reunía en el parque de la Zona 8. La mística que rodea a esta sección, a esa edad, te hace soñar y pensar en mejorar cada día, con pequeñas acciones en tu hogar, en la calle.

Por otro lado, la emoción por las competencias, por llegar primero, cumplir determinado reto antes de cualquier patrulla y mantener el preciado banderín de honor es algo que no se puede explicar en una cuantas líneas. Esto es lo que viví mientras estuve en la Tropa.
Acampar en Muxbal
Podrías conocer muchos lugares, pero sin lugar a dudas, San Jorge Muxbal era (y es) el lugar para acampar y grabarte para siempre el amanecer después de una noche lluviosa, con el canto de los pájaros anunciando que otro día empezaba.
Sacabas tu cabeza de la carpa y veías un Nimayá cubierto de bruma y sabiendo que muy pronto harían la llamada general para los ejercicios de BP. Ya entrados en calor, o al menos algo más despiertos, nos daban el tiempo para cocinar y si habías guardado leña, tendrías material para preparar el desayuno.
Las excursiones de fin de año
El fin de año era algo especial porque el Grupo 80 tuvo desde siempre la tradición de un viaje especial para esa temporada. Creo que mientras estuvimos en el grupo fuimos a la mayoría, porque sí faltamos a algunas, por uno y otro motivo.

Recuerdos que perdurarán por siempre
Porque hay amistades y recuerdos que me acompañarán, hasta no sé cuándo, es que afirmo que mi niñez en los scouts aportó grandemente en mi existencia.
Aunque ya no nos vemos todos los días, ellos estarán en mi corazón siempre: mis hermanos.


Que bonitas anécdotas! 💞💕