Un volcán para ascenso relajado, así es el Pacaya

Les cuento que este recuerdo data del 2019, cuando nuevamente tuve la oportunidad de subir al Volcán de Pacaya y como es sabido, ningún viaje, aventura o ascenso será igual al anterior, no importa cuántas veces hayas subido el mismo volcán o el camino que hayas transitado con anterioridad.

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(Foto: Vicky Dominguez)

A esta nueva incursión al Pacaya me fui sin Nidia, ya que hacía más de un año me dijo: «Pasará un buen tiempo hasta que te vuelva a acompañar a un volcán». El contexto de esa sentencia me lo reservo. ¡Ah! y aparte de esto, le surgió una invitación de último momento a un baby shower.

En esta ocasión el viaje se organizó en la oficina para que asistiera quien deseara hacerlo, fue una convocatoria abierta que se originó y dio frutos gracias al entusiasmo de Cristina, quien vio cristalizado su sueño de escalar su primer volcán.

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Después de, básicamente, hacer un tour por varios restaurantes de comida rápida (de hamburguesas y papas fritas) logramos completar el grupo y nos dirigimos hacia el volcán. En esta ocasión la idea era hacer el recorrido por la ruta más turística o más conocida. En la versión 2018, de nuestro viaje de la oficina, fue al mismo volcán pero por la otra ruta.

Después de las respectivas gestiones para pagar y hablar con el guía iniciamos el ascenso. Pagamos en la garita y comenzamos la aventura, con el característico entusiasmo de quien comienza la subidita.

A quienes estaban cerca les comenté que no se desanimaran por la dificultad de los primeros 50 metros porque en realidad es desalentadora esa subida tan empinada. Es como una pequeña prueba para saber si estás listo para continuar.

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Laguna de Calderas desde uno de los miradores. (Foto: Luis Valladares)

El camino lo disfrutamos con sus miradores y descansos. Lo que noté y le consulté al guía fue por un camino que estaba cerrado. Se trataba del sendero principal, pero que estaba en esas épocas en mantenimiento y por eso es que transitamos por un camino que no conocía con anterioridad.

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(Foto: Vicky Domínguez)

Al igual que unos niños scouts de Escuintla, yo estaba contento viendo un dron funcionando. Jose estaba haciendo unas grabaciones y después se tomó el tiempo de explicarles cómo se controla un dron a unos lobatos que se acercaron sin pena a curiosear.

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Ya en la famosa Corona. (Foto: Cortesía)

Esta aventura del 2019 fue mucho más breve porque no se nos autorizó subir al cono mayor, algo que representó menos cansancio y por supuesto, menos tiempo de recorrido.

Hicimos el clásico tour del valle de lava petrificada, cocinar angelitos, el paso por Lava Store y de allí a enfrentarnos a la subida bastante inclinada para llegar de nuevo al mirador principal.

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El valle de lava petrificada visto desde arriba. (Foto: Luis Valladares)

Mientras nos dirigíamos en el camino hacia abajo nos encontramos a mi sobrinito Dominick y sus papás. Él iba contento y sin darse cuenta de quién le hablaba a lo lejos.

Estaba encantado viendo el camino y los árboles como para reconocerme al primer intento, cuando ya lo hizo fue un sentimiento muy bonito porque sonreía mientras le seguía hablando y nos acercábamos ambos grupos.

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(Foto: Hubert Aguilar)

Después de un breve saludo y ponernos al tanto de cómo iban, nos despedimos y ellos siguieron su camino a la cumbre y nosotros el nuestro, hacia la entrada.

La aventura terminó con un descenso, podría decir que bastante ligero, rápido y sin complicaciones.

SI bien es cierto que este fue un grupo diferente, la pasamos muy bien, así como el ascenso en general, porque así es, cada viaje aunque sea al mismo destino tendrá mil variantes y posibilidades, así como el clima.

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(Foto: Luis Valladares)

Ahora el sueño de algunos amigos de la oficina es ir a otro volcán de mayor dificultad física, pero con un premio visual mayor. El mío es llevar a quienes todavía se resisten a subir a una cumbre y que admiren la belleza del paisaje.