Aguacapa: Travesía MTB de #CDS junto a Pedaleando Por Pasión

La pedaleada de esta travesía a Aguacapa era muy esperada por lo que representa. Porque no solo es una ruta bastante atractiva, sino retadora por el clima, el descanso en agua fresca y cristalina y por los últimos 10 kilómetros de pura velocidad.

Además, lo especial fue la compañía del colectivo Pedaleando Por Pasión, de Zona 3 de Mixco (más info en este enlace).

En mi caso, conocía a la mayoría de sus integrantes que participaron en la travesía porque con ellos empecé en esto de andar en colazos grupales y con ellos me atreví a ir sobre la Interamericana por primera vez, algo que te cuento en esta entrada.

Mirador de Santa Elena Barillas

Como era de esperarse, la travesía nos urgió a madrugar para aprovechar el tiempo. Al punto de reunión llegamos puntualmente para recibir las indicaciones y partir a buena hora hacia nuestro destino.

Nuestra primera gran meta fue el mirador de Santa Elena Barillas, después de una bonita escalada sobre asfalto. Hora de las primeras fotos.

Después de reagruparnos retomamos los pedales para seguir sobre asfalto hasta un cruce en el que nos esperaban los guías para indicarnos que empezaban los descensos y buena parte de terracería.

El colazo en sí fue una alegre prueba mental y física. La principal razón que tengo para decir esto es porque mucho antes de llegar a la mitad del recorrido es cuando se encuentra el río y la represa de Aguacapa.

En este lugar descansamos un rato entre las aguas del río, del que teníamos el nacimiento a menos de 200 metros en una impresionante caída desde lo alto de la montaña.

Después de este refrescante chapuzón continuamos con la rodada, que sería una parte de subidas muy interesantes entre la montaña, pero el protagonismo se lo llevarían los descensos.

La última parte, aproximadamente de 10 kilómetros, es un descenso que pasa por una aldea para después encontrar el camino que conduce sobre unas «carrileras» en medio de la nada, con terrenos cercados en ambos flancos.

Allí solo era de «dejarse ir» y evitar alguna grada o grieta profunda que te quitara el impulso o hiciera perder el equilibrio. Todo fue velocidad y un poco de dolor en brazos y manos por la constante vibración del timón y por la fuerza utilizada para mantener firme la conducción de la bicicleta.

Al terminar las carrileras llegó el turno de una carretera amplia de terracería que parecía nunca acabarse, pero al fin, llegó el momento en el que a lo lejos logré ver que un tráiler pasó a toda velocidad, transversalmente al sentido de la carretera y fue cuando dije «ya estuvo».

En esos últimos kilómetros iba con Byron y Jaime, de PPP, a quienes en la última parte no logré alcanzar.

Fue una muy buen travesía de noviembre de 2020.

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