Noviembre de 2020 fue un mes, en serio, especial para Ciclistas del Sur por varios motivos. Uno de ellos fue la travesía a Guanagazapa, Escuintla, un recorrido lleno de aventura, velocidad, ascensos exigentes, vertiginosos descensos sobre asfalto y terracería. Otras de las razones fue el estreno del jersey 3.0 que tanto se había esperado.
Travesía MTB a Guanagazapa, de CDS Guatemala
Para esta aventura se debió madrugar un poco más, debido a que era necesario aprovechar las primeras horas para avanzar lo más que se pudiera sin que el sol afectara el rendimiento, ya que Escuintla es un departamento caluroso.

Como parte de las recomendaciones, cada ciclista llevaba su propia comida y bebida para hacerle frente al hambre, a la falta de tiendas después de Santa Elena Barillas y a la deshidratación a la que el grupo se expondría.

Esta travesía fue anunciada para un nivel intermedio-aventurero y avanzado. Y fue evidente por el ritmo más constante, la exigencia en velocidad y los descansos menos frecuentes.

La primera prueba fue la llegada a Mesillas Bajas, a este punto en recorridos de otros niveles se hubieran hecho al menos dos o más paradas, pero no fue así.

O al menos, yo no los volví a ver sino hasta cuando los alcancé y ya estaban refrescándose en una tienda. Después de este descanso, el siguiente fue llegar a Santa Elena Barillas, en donde desayunamos para recargar energías y prepararnos para lo que venía.


El calor del sur del país se empezaba a sentir en el ambiente, a pesar de ir en un camino y veredas cubiertos por árboles, pero con partes descampadas también.
Llegó la hora del primer regalo anunciado: cruzar un río un poco crecido por las lluvias de la semana anterior (cortesía de ETA).



Los menos preocupados dijeron de una vez al agua con todo y zapatos. Otros en cambio, con mayor previsión para no ir el resto del camino con los zapatos mojados decidieron cruzar el río con calcetines y zapatos en las mochilas o en las manos.

De todos modos, al siguiente paso de río todos evitamos ese trámite y de una vez cruzamos sin pensarlo tanto. Por cierto, Sensei por poco y pierde uno de sus zapatos porque la corriente casi se lo lleva. Afortunadamente, Omar logró rescatarlo porque perderlo hubiera complicado, en serio, el resto del recorrido.

Después de este breve momento de relax debimos continuar con la travesía. A esa hora nos faltaban entre dos y dos horas de camino.
Al salir de este paso, vino una etapa llena de velocidad, emoción y muchísima velocidad. Salimos a la parte del asfalto pedalear ya no era parte del trabajo, pero sí lo era controlar la bicicleta en las curvas pronunciadas y saber frenar.


Cuando llegamos a este punto, sabíamos que ya faltaba poco. A seguir pedaleando.

En la ruta y sabiendo que el bus que iría por nosotros tuvo un ligero atraso, decidieron que era mejor esperar así, relajados en una poza del río que recién habíamos pasado y allí nos quedamos.

Fue un momento especial para liberar el cansancio, relajar las piernas y refrescarse. De hecho, para Milton fue un momento de adrenalina, pues se atrevió a lanzarse al agua desde el puente.

Esperamos lo suficiente para hablar, relajarnos y descansar.

