En este colazo de agosto, con motivo de reunir a ciclistas que llevaban tiempo de no salir a pedalear, en Ciclistas del Sur Guatemala #CDS se les ocurrió convocar a un colazo de nivel principiante. Dentro del colectivo, de cariño se le llama pato o patito ya sea al que comienza o al que ha bajado su nivel de rendimiento, por eso el título de esta entrada.

Colazo patito, según CDS Guatemala
Algunos ya teníamos meses de no salir a colazos largos por la pandemia. Por mi cuenta había salido a dar un par de vueltas muy cortas y un sábado, antes de este, aprovechamos dar una vuelta por Amatitlán, de nivel relajado.

Para empezar este colazo de patos nos enfilamos por una ruta conocida como «Playa de Oro», por una colonia que queda a un lado por donde se pasa. El camino nos llevó a recorrer muchísimos kilómetros, en los que tuvimos oportunidad de pasar por una muy bonita bajada de terracería con piedras y curvas. Nuestra primera meta sería el relleno, en Amatitlán.

Después de mucho pedalear llegamos a un sector lleno de sembradíos de caña de azúcar. Fue allí donde recorrimos durante bastante tiempo y donde nos dieron una bautizada porque tuvimos que pasar por algunas partes con charcos en los que se hundía al menos la mitad de las ruedas, no era un pantano, pero algo así se sintió por momentos.

Los más habilidosos lograron pasar pedaleando normal, en cambio, otros nos vimos en la necesidad de, a medio charco, bajar los pies y sentir el frío lodo invadir nuestros zapatos porque la llanta delantera se había quedado atrapada y ya no permitía avanzar.

Logramos salir de este sector de cañas de azúcar para buscar el camino de regreso a casa. Ya nos habían advertido que al final habría una sorpresa, todos esperábamos la rifa de una bicicleta. Hasta dinámicas ofreció Jamón.

Cuál sería mi sorpresa al darme cuenta que la guinda del pastel sería subir por una cuesta que, el único día que había pasado por allí (pero de bajada) me dije: «ojalá nunca me toque subir por acá». Ese día llegó.

Mi resumen de esta prolongada cuesta con piedras, tierra y con pocos metros de asfalto: caminar mientras se empuja la bici también tiene su mérito.

Una bajada de La Cerra para no olvidar
Aún así, después de esa extenuante subida, al parecer la verdadera sorpresa era subir hasta cierto punto de La Cerra. Eso hicimos.

Ya era la hora de bajar y nos dispusimos a bajar, siempre con las advertencias necesarias por tratarse de un descenso técnico.

Para Omar, seguramente esta bajada será una para no olvidar. Esto porque descendiendo, su llanta delantera chocó con alguna raíz y cayó «después de dar como dos vueltas en el aire y otras dos en el suelo» (según cierto personaje por allí).

Los que íbamos cerca nos quedamos fríos del impacto, pero él nos indicó que estaba bien, que solo había sido la caída, pero no fue así. Sorpresa fue ver el aro delantero doblado de manera que ya no podría continuar rodando lo que faltaba para llegar al final del colazo.




2 Comentarios Agrega el tuyo