La Laguna de Ayarza, en Santa Rosa, en el suroriente de Guatemala, también estaba en mi lista de pendientes por la belleza de sus aguas y porque solamente la conocía por fotografías.
Febrero llegó con la oportunidad de ir, pero en bicicleta, gracias a la convocatoria que lanzó el colectivo Pedaleros.
Como ahora estoy involucrándome más en el MTB, este colazo en terracería me quedaba de perlas.
Anteriormente había asistido a estas exigentes travesías con CDS, Ciclistas del Sur:
Con mi nuevo colectivo he practicado más en montaña, ya que anteriormente con Pedaleando por Pasión sí hacíamos ascensos, pero la mayoría sobre asfalto, como estos:
Ahora bien, eso de los entrenos previos a cualquier travesía grande es algo muy importante. Lo viví en carne propia al no «aguantar» el primer gran ascenso rumbo a Ayarza. Yo todavía me sentía con energía pero iba a un ritmo muy lento y uno de los guías me indicó que me subiera al pick up.
Desde ese momento ya no supe qué era pedalear por espacio de 30 minutos.
Al llegar al punto de hidratación logré reunirme con el equipo de PPP, donde mi hermano —menor, por cierto— ya me esperaba con algo de preocupación y enojo porque no me «avivaba».
En adelante ya estuve rodando con normalidad. Lo que se venía era extenuante, lleno de polvo (más aún) y con mucha adrenalina.
Rápidas y peligrosas bajadas rumbo a Ayarza
Los descensos en partes fueron algo técnicos porque si bien es cierto que la calle de terracería era ancha, era necesario saber recorrerla para no caer al barranco en algún momento de descontrol.
Lamentablemente, una parte en descenso el terreno cambió mucho más porque sentías como que ibas sobre talco de bebé. Esa gruesa capa de polvo vivo te hacía desbalancearte y perder el control de la bici en cuestión de segundos.
Justo cuando sentí ese cambio abrupto por la velocidad que llevábamos solamente sé que vociferé algún improperio y bajé la velocidad tratando de no caer. Cuando la nube de polvo nos permitió ver, ya el grupo de PPP estaba detenido con un ciclista herido. Cosas que pasan en un deporte como este.
El interminable camino de terracería para Ayarza
Después de este percance seguimos con la travesía pasando al menos 10 kilómetros de asfalto, en bajada. Otro nivel.
Justo cuando nuevamente entramos a terracería yo ya iba «pidiendo pelo» pero aguantando, no tenía idea de lo que seguía. Las polvaredas y el terreno inclinado hacia arriba serían nuestros compañeros por un buen tiempo más, sin dejar de mencionar al sol de mediodía.
Como en los volcanes, el carácter se forja al tener al gran reto por vencer: el derrotismo propio.
Así iba, alegando, lamentando, caminando y empujando la bici iba mientras mi hermano pedaleaba lentamente para no dejarme abandonado.
Por cierto, no he mencionado que éramos los últimos dos en la ruta.
El fin de la Travesía a la Laguna de Ayarza
Después de mucho preguntar por el camino llegamos a la entrada oficial a la laguna y nos reunimos con los amigos a disfrutar una deliciosa mojarra frita que nos habíamos ganado.

Esa es la razón por la que no aparecemos en las fotos con el grupo completo de 60 ciclistas, aproximadamente.
Fueron 65 kilómetros bien sudados.