El curso de español práctico que impartió el colectivo Palabras Mayores, en Antigua Guatemala, me dio la oportunidad de conocer a personas increíblemente talentosas y conocedoras de nuestro idioma.
Mis habilidades sociales son básicas y por lo general me cuesta hacer amigos, más cuando se inicia una conversación con completos desconocidos.
Pero la literatura, la lingüística y otros temas hicieron que me sintiera de lo más cómodo e identificado con otras personas con gustos e intereses similares a los míos.
Convivencia amena
Durante la convivencia en distintos momentos intercambié palabras con participantes de otras nacionalidades, pero con quienes más tuve oportunidad de hablar fue con los costarricenses (ticos aquí entre compas).
Al evento asistió una delegación tica con aproximadamente diez participantes. Con algunos hablé más, con otros, menos.
Uno de nuestros principales temas era el de los términos coloquiales y sus usos en cada país. Aprendí palabras que ellos usan y espero haber explicado bien algunas de las que en Guatemala acostumbramos.
El día de la clausura del curso decidieron ir al Cerro de la Cruz, del que no sé cómo sabían su existencia, pero era un lugar al que querían ir y por azares del destino me uní a su expedición.
Recorrido hacia el Cerro de la Cruz, Antigua Guatemala
Caminar por las calles empedradas de Antigua Guatemala para mí siempre ha significado un esfuerzo por no cansarme por las cuadras algo extensas y por dar cada paso con seguridad.
En esta ocasión debí parecer un neófito en esto de caminar hacia el cerro, porque a unos 10 minutos de camino me preguntaron: «¿Luis, seguro que sabe para dónde vamos?».
Les comenté que íbamos bien. Supongo que la duda surgió por escuchar: «ahorita a la izquierda, ahora a la derecha, ahora vamos recto», los entiendo, a cualquiera pondría a desconfiar sobre la certeza del rumbo o el conocimiento del guía en una situación así.

Llegamos a la cima para apreciar el diseño ajedrezado y estando allí tratamos de adivinar qué era un edificio de color rojo que sobresalía de entre todas las construcciones coloniales. Sí, se trata del lugar donde estuvimos recibiendo el curso por cinco días: la Cooperación Española.
Después de las respectivas fotografías y el reporte en vivo de Alejandro (jaja) decidimos iniciar el camino hacia abajo para buscar una famosa panadería cercana a la catedral.
Allí nos quedamos para degustar una breve refacción nocturna antes de la despedida, porque yo debía regresar a la capital y ellos a descansar al hotel.
Alejandro, Mariela y María: maes, si algún día llegan a leer esto se recuerdan que hay que armar la federación/confederación/asociación/sindicato/hermandad/loquesea de correctores centroamericanos.