En esta ocasión con Antonio, mi hermano, fuimos a una travesía que nos recordó nuestra infancia en las filas del Grupo Scout 80 BP, en el que activamos durante muchos años.
Se trata de una tradición en el grupo: se celebró la edición XXX de dicho viaje en bicicleta, que recorre de la sede en la zona 8 capitalina hasta llegar al lago de Amatitlán.
El inicio de nuestro viaje
Nos tocó una sudada extra, porque decidimos irnos montados en la bicicleta desde nuestra casa hasta la zona 8. Fueron ocho kilómetros aproximadamente los que hicimos, ¡vaya calentamiento!
Al llegar al parque municipal ya se encontraban los jóvenes scouts con todo el entusiasmo que una actividad así requiere y por supuesto, sus bicicletas.
Iniciamos el recorrido después de las respectivas indicaciones Ramón Velásquez, Jefe de Grupo y guía general de la actividad. Éramos 23 de ciclistas, entre unos cuantos adultos y la mayoría jovencitos y señoritas dispuestos a pedalear por aproximadamente 35 kilómetros.
No faltaron la caídas, golpes y una que otra falla en las bicicletas que se lograron resolver.
El recorrido que hicimos de niños, versus ya de adultos
Fue una gran experiencia este viaje en bicicleta porque lo vimos de una manera muy diferente. Ahora ya teníamos mejores bicicletas, así como la condición física debía ser distinta. Y no solo eso, ahora ya «de grandes» podemos notar la dificultad que hay cuando no llevas equipo y bicicleta adecuados.
Realmente no recordaba con exactitud el camino, en mente siempre he tenido un recuerdo muy claramente: la primera vez que fui contaba con unos 12 años y me animé a ir porque Mynor Baiza, mi guía de patrulla de ese entonces me prestó una BMX.

Recuerdo muy bien lo complicado que fue llegar al máximo de la capacidad que permitía ir esa bicicleta, cuando llegaba a las partes más planas y alcanzaba una velocidad en la que los pedales ya no respondía y me tocaba esperar a llegar a que las revoluciones permitieran avanzar de nuevo.
La subida de Monte Sión
Recorrer la carretera a orillas del lago de Amatitlán es toda una aventura por dos cuestas que son difíciles. En mi caso logré culminar una, mientras que la más famosa —la de Monte Sión— fue una que no logré, tal y como me fue en la infancia.
Sin embargo, sí fui capaz de alcanzar una buena distancia en la subida. Me tuve que conformar con caminar empujando la bicicleta porque de verdad, ya no soportaba subir sobre ella.

Amatitlán, a pesar de los pesares
Amatitlán, a pesar de ser un lago que agoniza, aún atrae a cientos de turistas. Me sorprendió la cantidad de personas en el lugar.
Para mi sorpresa, llegamos a un parque y muelle que no conocía y que fueron el escenario ideal para la fotografía oficial del evento.

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