Una travesía en bicicleta desde Tecpán para Panajachel no se organiza todos los días, así que con Antonio, mi hermano, aprovechamos la oportunidad de asistir.

Esto implicó una logística extra porque debimos llevar su bicicleta a Villa Nueva, que es en donde ahora vivo y donde casualmente sería la reunión y salida del bus con todo el grupo.
Traslado de Villa Nueva a Tecpán, Chimaltenango
En el punto de reunión estuvimos puntuales a las 4:00 a. m. y mientras se organizaban para acomodar las bicicletas, repartirnos los números, recibir los regalos y esperar a que llegaran los que no madrugaron tanto, nos dieron las 6:30 a. m. que fue cuando salió el bus rumbo a Tecpán.

Inicio de la Travesía Tecpán-Panajachel
Con el frío de Tecpán bajamos las bicicletas de la parrilla del bus y nos dirigimos al parque central, de donde salimos ya montados en nuestras bicicletas. Allí, con el paso de los minutos el frío se fue disipando, aunque todavía se sentía el viento.

Ganar altura nos costó porque lo arenoso y la inclinado del terreno no facilitaban la tarea. Durante muchas subidas, varios ciclistas decidieron caminar en lugar de pedalear, y eso que apenas estábamos empezando.

Las subidas que algún día lograré vencer
En este recorrido tuve una buena prueba de resistencia, tal y como en los volcanes, para medir hasta dónde puedo llegar si me lo propongo, que siempre es la meta, sin abandonar la misión.
Mi hermano siempre me estaba esperando en los distintos descansos de subida, ya que él está mejor preparado físicamente. Mientras que en las bajadas, yo lo esperaba, creo que es más precavido que yo.

Sin lugar a dudas, el colazo me dejó exhausto porque no logré subir pedaleando y no solo eso, mi recorrido fue más lento porque debido a unos calambres mi caminar era todavía más parsimonioso.

Alguien del staff al saber que estaba siendo afectado por calambres me dijo “el colazo ya lo sacaste”, cuando me indicaba que me subiera a uno de los carros en caso ya no pudiera caminar. Le agradezco en estas líneas la intención, pero esas palabras me animaron a seguir caminando, aun así con dolor. Aparte, sabía que me faltaban las bajadas.
El descenso a buena velocidad
La bajada ya es otra cosa, en este terreno se debe tener cuidado por los famosos “ganchos” que tanto nos recomendaron los guías de la travesía, porque la velocidad y la aparición de algún vehículo podría causar algún accidente.

Mientras bajaba tuve un conato de caída, bueno, fueron más, pero el que en realidad me lastimó fue uno en el que la llanta de atrás se me barrió por completo y no logré dominar la frenada y por poco caigo al barranco. Es algo comprensible y normal en este deporte.

La travesía concluyó con mucho polvo pegado a nuestros rostros, cansancio, hambre y sed. La mejor paga fue llegar a contemplar el lago de Atitlán.
Donación de regalos en 3 aldeas
Como parte de la actividad, aparte del pedaleo, desde la inscripción al evento te consultaban si aportarías juguetes o dulces para obsequiar. Por ese motivo es que los carros que iban de apoyo también llevaban los juguetes que serían para los niños de las aldeas en el camino.

Un compañero ciclista tuvo la iniciativa de llevar su disfraz de Santa Clos y en cada parada destinada para los regalos, él se vestía de rojo y blanco para alegrar a los niños.
Fue una bonita experiencia ver a los niños felices con un regalo, así como ver que desde lejos venían otros corriendo cuando la voz corría, que en el lugar estaban regalando algo.
Podría decir que se trató de mi bautizo o iniciación en el colectivo Ciclistas del Sur, con sede en Villa Nueva, que es en el grupo en el que participaré a partir de inicios de 2020.
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